LEER, VIAJAR, COMER

Justo cuando decidimos que nos marcharíamos a Atenas, empecé a releer La máscara de Dimitrios de Eric Ambler, buscando una cita que recordaba vagamente para un ensayo que estoy escribiendo. Ni que decir tiene que, la extraordinaria trama de la novela, me volvió a enganchar como si fuera la primera vez que la leía y decidí llevármela para el viaje.

Llegamos al aeropuerto de Atenas por la tarde y cogimos el tren para ir hasta el hotel. Dejamos las maletas junto a otras en unos estantes que había en medio del vagón; procure sentarme en un sitio que las pudiera vigilar, hice bien. Vi como un niñato vestido con chándal y gafas de sol de pantalla grande, cogía una bolsa negra y bajaba en la primera estación, la posibilidad de que fuera suya era remota pero nadie le dijo nada hasta que un tipo, muy moreno de pelo corto y maneras toscas, que hablaba por teléfono dando gritos se levantó y descubrió que le habían birlado el equipaje.

Dejamos las cosas en el hotel, es un Meliá que está situado muy cerca de la plaza Omonia, lo cual nos sitúa en un sitio geográficamente muy privilegiado, aunque en esta plaza se concentra todo lo peorcito de Atenas. Por la noche damos un paseo y nos vamos a cenar a Monastiraki. Entramos en uno de los restaurantes que hay por aquella zona que, esta noche, está bastante vacía. El camarero es un tipo bajito y delgado con un bigote demasiado negro para su edad y que está dispuesto a servirte cualquier tipo de comida que tu le pidas, aunque tenga que irla a buscar al bar de al lado. El pan es algo amarillo y tiene sésamo por encima, es bueno. Nos lo trae una chica silenciosa, morena, guapa, gorda y a la que no le gusta nada el trabajo que hace. Comemos Mousaka, carne guisada con patatas y cebolla caramelizada, ensalada griega: lechuga, tomate, queso feta, pepino, pimiento verde y olivas negras. Bebemos vino tinto. La comida es muy buena y el vino no está mal.

Martes.

A las siete de la mañana cogemos un autocar que nos llevaba al puerto del Pireo, allí embarcamos para pasar el día visitando tres islas que están más cerca de Atenas. La primera es Poros una típica islita de casas blancas con las ventanas y las puertas pintadas de azul. Le digo a M. que es azul de Prusia, pero no estoy muy seguro de lo que digo; probablemente ella tampoco me cree. En Hydra se repite todo lo anterior pero no hay coches y el transporte lo hacen en burros. Hay gatos por todas partes, son unos animales grandes gordos y osados. Nos sentamos en la terraza de un bar que se llama Ostria, que solo puede ser verdad en alguna película, pero allí está. Pedimos cerveza Mythos, a una mujer rubia y rotunda que viste chándal verde abierto hasta la mitad de su pecho que deja ver generosamente, pinta una enorme maceta con pintura verde y no para de hablar con todo el mundo con un tono cercano al chillido.

-Ves, esta chica consigue todos sus objetivos: atiende su bar, pinta la maceta, se relaciona con toda la isla y enseña las tetas –me dice M. riendo.

-Sí, además ha conseguido que todo sea verde: la maceta, la planta, su chándal y sus intenciones.

A nuestro lado hay una mesa con una mujer y cinco hombres. Tienen, todos ellos, ese aire intelectual y bohemio que nos fascina. Van vestidos como ropas vagamente hippies y hay, en todos, esa expresión de descuidada placidez. Creo que son ingleses, de esos que abandonan su país para ir a lugares más cálidos y allí forman grupo, crean estilo y mucha literatura. Me hicieron recordar a Gerald Brenan y su vida en las Alpujarras. También a Chris Stewart y su extraordinario libro Entre limones o a Michael Jacobs y  a su libro La fabrica de la luz. Me fijo mejor y me sorprende el extraordinario parecido que uno de ellos tiene con Truman Capote, y pienso que quizás sean americanos pero la mujer que los acompaña es la viva estampa de Vanessa Redgrave, no sé, me gustaría conocerlos a todos.

Creo recordar que, en Hydra, había vivido Leonard Cohen con Marianne Jenson y escribió sus dos extraordinarias novelas: El juego favorito y Los hermosos vencidos.

Comemos en el barco con una pareja brasileña a la que Atenas les parece muy decrepito, a mí también (¿Qué habrán hecho los gobernantes europeos con nuestro dinero que lo tienen todo hecho unos zorros?). Nos explican que han estado en Sudáfrica viendo el mundial del futbol y esta noche quieren ver el partido del Real Madrid. La comida consiste en Mousaka, ensalada y un postre no muy bueno. Bebemos vino tinto.

Aegina, la tercera isla, es la más grande y también la más fea es conocida porque se cultivan pistachos. Empieza a llover y nos refugiamos en una iglesia ortodoxa. Huele a meados de gato. Es pequeña y está llena de sillas. Tiene una enorme lámpara en el centro y está en obras, en todas las que entramos en Atenas, incluida la catedral, estaban en obras. Hemos encendido una vela después de depositar algunas monedas en una caja de madera que sonaba vacía.

El barco zarpa para Atenas y en el comedor ahora reconvertido en sala de espectáculos enseñan a bailar el SirtaKi. Hay que ver que rápido se crea una tradición. Este baile lo creó por Mikis Theodorakis para la película Zorba el Griego que protagonizaba Antoni Queen, basada en la novela de Nikos Kazantzakis, y ahora parece que sea tan antiguo como Sócrates.

Cenamos en una taberna cerca del hotel. El camarero es un tipo amable y extremadamente educado que habla castellano con bastante fluidez. Comemos Souvlaki: pan caliente untado en aceite con trozos de pollo, tomate, cebolla. Bebemos cerveza Mythos.

-Oye, ¿mañana que haremos? –le digo a la soñolienta M.

-Pues mañana…

To be continued…

3 Respuestas a “LEER, VIAJAR, COMER

  1. Entre los escritores británicos o de origen británico te has olvidado ¡imperdonable! de los hermanos Durell, Lawrence Durrell «El cuarteto de Alejandría» y Gerald, el naturalista «Mi familia y otros animales»…
    La isla de Corfú fue su paraíso.
    Buenas vacaciones

  2. Qué viaje más inspirado !!!!!!
    Sólo falta que nos contéis vuestra cena con Demis Roussos, que cuando pilla a alguien de Barcelona no lo suelta hasta que le larga toda la historia de cuando estuvo por aquí, tocaba con Máquina !!!! y compuso su canción We shall dance…

  3. Rai Ferrer Onomatopeya

    Coyote:
    Que por error te he puesto mi comentario en el texto del artículo anterior. Lee y disfruta.
    El Rai Onomatopéyico

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